Hoy tenemos en el blog un coche
que representa como son los negocios automovilísticos en la era dorada de la
industria del automóvil, hablamos del Ford GT40. Todo empieza por el empeño de
Henry Ford II por entrar en el mundo de la competición a principios de la
década de los 60.
A la cúpula de Ford, después de
llegarle informaciones que Ferrari, de la mano de Enzo Ferrari, por cuestiones
económicas, este, estaba dispuesto a vender la exitosa marca deportiva Ferrari
a la marca americana Ford.
Ford puso en funcionamiento su maquinaria legal, gastando en estudios económicos para la operación de compra de los activos de Ferrari y comenzando seriamente las negociaciones legales, y así forzar la formalización de la venta de Ferrari a Ford. Finalmente, Enzo cambió de idea y decidió no vender Ferrari, ya que vio en aquella operación, el peligro de perder la independencia de su escudería, que era lo que más le importaba, ya que Ferrari como empresa, económicamente, con la venta de los Ferrari de calle, financiaba la competición. Henry Ford II enojado y ofendido, ordenó crear su propio departamento de competición y crear un vehículo que pudiera plantar cara a Ferrari en carreras de resistencia, sobre todo en Le Mans, donde Ferrari dominó durante 5 años.
Ford fichó a profesionales de la competición para crear un equipo de desarrollo, gente del equipo Lola, o como ingenieros propios de la fábrica Ford y del equipo Aston Martin a John Wyer. El equipo fijó su base en Michigan y para la finalización de la fase final de desarrollo, en el Reino Unido.
El Ford GT 40 dispuso de motores de origen Ford, los cuales estos fueron evolucionándolos, de un 4.200 cc a 7.000 cc, según normativas en la competición, todos ellos en bloque de 8 cilindros en V, a 90º, en disposición central, trasero longitudinal. Lógicamente eran vehículos de propulsión trasera y disponían de una caja de marchas ZF de 5 velocidades. En los frenos disponían de discos ventilados Girling en las 4 ruedas y todo esto sobre un peso de 950kg.
Fue probado por primera vez en la carrera de Indianápolis de 1963. Hicieron falta bastantes retoques y modificaciones en su distribución para adaptarlo al nuevo tipo de carreras de resistencia en circuitos no ovales, ya que lo hacía poco útil en trazados en los que se necesitaba potencia para salir de las curvas, con inercias totalmente distintas.
El conjunto chasis y carrocería se desarrollaron con novedosos estudios en túnel del viento y siempre con la intención de crear un vehículo de altas velocidades máximas, fijando como objetivo los 320 km/h, como concepto tenían que crear un vehículo muy aerodinámico, pero con un habitáculo confortable, bastante por encima de los estándares que había en la competición de larga duración.
A primeros de abril del 64 el coche en la fase final y se iniciaron las pruebas en circuito, estas empezaron con mal sabor de boca ya que el vehiculó se accidentó en repetidas ocasiones, pero sirvió para demostrar que partían de una base con mucho potencial. Los primeros años no fueron muy buenos en las competiciones, pero un trabajo sin descanso en el vehículo empezó a dar sus frutos en 1966 y contando a partir de entonces con Carrol Shelby, el cual pasó a ser el director deportivo.
Con el GT40, Ford se impuso apabullantemente en los circuitos y en cuatro ocasiones consecutivas en las 24 Horas de Le Mans, entre los años 1966 y 1969, siendo una autentica pesadilla para Ferrari, que era ya entonces una leyenda de los circuitos.
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